sábado, 23 de noviembre de 2013

COMO EL HOMBRE PIENSA

Los pensamientos en nuestra mente nos hacen lo que somos.
Nos forjan y modelan. Si albergas en tu mente
pensamientos inferiores, el dolor te seguirá como
sigue el arado al buey…
En cambio, si tus pensamientos son elevados,
te seguirá la dicha como tu propia sombra. Es un hecho.

La mente de un hombre se compara a un jardín, que puede ser  inteligentemente cultivado o ser abandonado y llenarse de hierbas; pero  sea cultivado o descuidado, está destinado a producir. Si no se siembran  semillas útiles, entonces semillas de hierba mala caerán, crecerán en  abundancia y se reproducirán.
 
Al igual que un jardinero cultiva su parcela, manteniéndola libre de  mala hierba, cultivando las flores y frutos que requiere, así debe también  el hombre atender el jardín de su mente limpiándola de pensamientos  dañinos, inútiles e impuros y cultivando hasta la perfección las flores y  frutos de pensamientos correctos, útiles y puros. Sólo siguiendo este  proceso el hombre tarde o temprano descubre que él es el jardinero maestro de su espíritu, director de su vida. También descubre en sí
mismo, las leyes del pensamiento, y entiende, cada vez con mayor precisión, cómo la fuerza del pensamiento y los elementos de la mente operan en la formación de su carácter, sus circunstancias y su destino.
 
 
 
El pensamiento y el carácter son uno solo, y mientras el carácter sólo  se manifiesta y descubre a través de las circunstancias, el entorno de la vida de una persona siempre estará en armonía con su estado interior. Esto no significa que las circunstancias de una persona en un momento dado son un indicador de todo su carácter, sino que aquellas circunstancias están íntimamente conectadas con algún elemento vital de pensamiento en su interior que, en ese momento, es indispensable para
su desarrollo.
 
Cada hombre está donde está por la ley de su propio ser. Los pensamientos que ha construido en su carácter lo han llevado allí, y en la disposición de su vida no hay elemento de azar, sino el resultado de una ley que no puede fallar. Esto es cierto tanto para aquellos que se sienten descontentos con su entorno como para aquellos que están satisfechos con él.
 
El hombre es abofeteado por las circunstancias mientras se piense a sí mismo como un ser creado por las condiciones exteriores, pero cuando se da cuenta que es un poder creativo, y que puede manejar las tierras y semillas de su ser de las que las circunstancias nacen, se convierte en el dueño y señor de sí mismo.
 
El cuerpo es el siervo de la mente, obedece a las operaciones de la mente, sean estos deliberados o automáticos. Siguiendo pensamientos indebidos el cuerpo rápidamente se hunde en la enfermedad y el decaimiento; siguiendo pensamientos virtuosos se viste de juventud y belleza.
 
La salud y la enfermedad, al igual que las circunstancias, tienen su raíz en los pensamientos, pensamientos enfermizos se expresan a través de un cuerpo enfermo. Se ha sabido que los pensamientos de temor matan a un hombre tan rápido como una bala, y continuamente matan miles de gentes, tal vez no tan rápido, pero sí con igual efectividad.
 
La gente que vive con temor a las enfermedades es la gente que las contrae. La ansiedad rápidamente debilita el cuerpo, y lo deja expuesto a la enfermedad; mientras haya pensamientos impuros, aunque no tengan un origen físico, pronto destruirán el sistema nervioso.
Pensamientos energéticos, de pureza y dicha producen en el cuerpo vigor y gracia. El cuerpo es un instrumento muy delicado y plástico, que responde rápidamente a los pensamientos que lo dominan, y los hábitos de pensamiento producirán sus efectos sobre él, sean estos buenos o malos.

El hombre continuará teniendo sangre impura y envenenada mientras sus pensamientos sean impuros. De un corazón limpio emana una vida y un cuerpo limpios. De una mente contaminada proceden una vida y un cuerpo corruptos. El pensamiento es la fuente de toda acción, de la vida y su manifestación; construye una fuente que sea limpia y todo será puro.
El cambio de dieta no ayudará a un hombre que no cambia sus pensamientos. Cuando un hombre purifica sus pensamientos, no deseará más comida impura.
 




 

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